top of page
  • Foto del escritorSexualidad y Salud

Sexo a la carta


Dos personas. Una relación. Moderna. Arriesgada. A la última. Ambos dispuestos a probar cosas nuevas. Todo el mundo habla de ese juego erótico que se acaban de inventar. No se puede esperar. En cuanto haya oportunidad hay que probarlo. No importa lo que quieras. No importa cómo te sientas. No importa lo que te guste. Ya te acostumbrarás. No hagas caso de eso que no es sexual. No hace falta que te escuches tanto. No hagas caso de lo que tu propio cuerpo te dice. No seas retrógrado. Aprende a separar. Todo el mundo lo hace. Está de moda. SENSACIONES NUEVAS. ESTIMULAR LOS SENTIDOS. COMPRAR CUALQUIER COSA QUE ME VENDAN. SOLO QUIERO SENTIR, SENTIR PLACER.

Invitaciones a probar cualquier cosa que sea novedosa. Distinta. Estimulante. Algo nos dice que necesitamos querer más, tener más, sentir más, experimentar más… Es como esa canción pegadiza que canturreas sin darte cuenta de que se te ha metido en las entrañas. Placer, más placer, más y más placer… Esa es la sintonía de fondo. Se cuela en nosotros poco a poco, sin darnos demasiada cuenta. “En la relación sexual, más y más placer”, canta la canción.

Libertad. Eso también esta de moda. Puedo ser lo que quiero. Puedo hacer lo que quiero. Puedo elegir lo que me place. Incluso puedo pedir lo que quiero… Lo que quiero… Lo que quiero… Lo que quiero…¿Y qué es lo que quieres? ¿Lo sabes? ¿Te lo has planteado realmente? Yo, desde luego, desde mi libertad quiero SEXO A LA CARTA.

Quiero sexo adaptado a mi. A toda mi persona. Se trata de escuchar bien a mi cuerpo, aprender a leer lo que me dice. Mi cuerpo me habla, y lo hace a través de sensaciones: excitación, aburrimiento, ternura, rechazo, atracción, etc. Se trata de saber si estoy dispuesto a escucharle o no. Me acarician y percibo mi reacción física, me concentro en ella, me dejo llevar por ella. Aparece también una reacción hacia el otro, me centro en ella, me dejo llevar por ella…

Puedo elegir quedármelo para mi o hablarlo con la persona que está a mi lado. Puedo explicarle que no “elijo” cómo reacciona mi cuerpo, pero que reacciona así. Y lo hará una y otra vez… Puedo esperar a que el otro acierte, o incluso si tiene buena intención, vaya por sí mismo descubriendo por mis reacciones qué me gusta. O también puedo elegir enseñarle cómo funciona mi cuerpo. Decirle al otro cómo mirarme, acercarse a mi y acariciarme. Preguntarle al otro cómo mirarle, acercarme a él y el modo de besarle.

La sociedad nos bombardea con mensajes impersonales. Pero lo hace de tal manera que parece que son válidos para todo el mundo. ¿Por qué tenemos que conformarnos con hacer todo lo que se nos vende? ¿Es que no se trata de decirle yo, lo que me gusta a mi? ¿Y no tener que aceptar que me digan los de fuera lo que me tiene que gustar porque esté de moda? Quiero un sexo que se adapte a mi persona. Y no obligarme a que me guste lo que está de moda.

Resulta que las parejas pueden hablar de intimidad sexual. Sí. Y no me refiero a hablar en plan morboso. Al principio uno se desnuda fácilmente, pero sólo eso. No le dice al otro lo que prefiere, ni cómo lo prefiere, tampoco cuándo lo prefiere. Mucho menos lo que le gusta que haga el otro. O el rechazo que siente cuando le pide hacer algo concreto. Ni locos. Los miedos hacen pensar que es mejor no darle mucha importancia, o disimular, o dejarlo pasar. Y es que parece que es más fácil enseñarle el cuerpo al otro, incluso mantener una relación sexual con el otro, que hablarle del propio cuerpo.

Es más fácil tener sexo que abrir la intimidad sexual. ¿Por qué? Porque cuando hablo de mi cuerpo al otro, de cómo reacciona, de qué cosas prefiere o rechaza, en el fondo estoy hablando de quién soy. Y si me rechazan cuando hablo de quién soy, resulta demasiado doloroso y humillante. Parece que es más fácil ponerse una coraza, usar el cuerpo para obtener placer y no involucrarse demasiado. Así uno piensa que se asegura el que no le lastimen. Los miedos. Ese compañero inseparable que nos acompaña toda la vida y que en general es tan mal consejero.

Sólo, cuando uno abre su intimidad sexual puede conectar con el otro, puede ser él mismo también en la sexualidad. Puede alcanzar esa complicidad tan romántica. Esa que sólo se logra después de muchos esfuerzos “traduciéndole” al otro quién soy y cómo siento en las relaciones sexuales.

El sexo “personal” gusta, atrae, llena. No se necesita hiper-estimular los sentidos para disfrutar de una relación sexual. Cuando el otro se atreve a decir qué caricia le hace sentirse querido. La mirada que le hace sentirse importante. El gesto que le hace sentirse necesario. La palabra que le sube la autoestima. La sexualidad alcanza una dimensión diferente. Es una sexualidad adaptada a toda la persona, y ya no hace falta conformarse con que sólo el cuerpo se estimule y sacie. Así se puede tener SEXO A LA CARTA: sexo personal, intimidad sexual.

Te planteo algunas preguntas para ayudarte en ese caminar:

¿Le he dicho que no me deja respirar cuando me besa?

¿Le he dicho que me irrita que me diga qué hacer cuando estamos juntos?

¿Le he dicho que me da asco eso que me pide que le haga?

¿Le he dicho que me molesta cuando apaga la luz por sus complejos?

¿Le he dicho que me cansan sus preliminares cuando se pone como una estatua?

¿Le he dicho que no soporto que haga comparaciones?

También vamos con lo contrario:

¿Le he dicho que me gusta cuando lleva la iniciativa?

¿Le he dicho que me gusta cuando me besa el cuello despacio?

¿Le he dicho que me gusta cuando la veo con ganas?

¿Le he dicho que me gusta cuando me besa como si no pudiera contenerse?

¿Le he dicho que me gusta que se ponga algo de lencería negra?

¿Le he dicho que me gusta cuando se pone esa colonia para acercarse a mi?


Clara de Cendra.

Psicóloga.

Consulta Dr. Carlos Chiclana.

1053 visualizaciones0 comentarios
bottom of page