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  • Foto del escritorSexualidad y Salud

Fórmulas para el éxito en pareja (parte 2): la mochila.



“Pesaba demasiado, después de un par de etapas me di cuenta de lo que sobraba, era todo eso que solo enlentecía y no me acercaba a Santiago”.


Un denominador común del ser humano es el sufrimiento o la vivencia de situaciones (o encuentros) desagradables, dolorosas y/o traumáticas. Todas estas vivencias se incorporan en forma de huellas afectivas y se cargan en la mochila emocional de la vida de cada uno.


Una herida física rompe la continuidad de la piel y su gravedad depende de la profundidad, la posible infección y la respuesta del organismo. Del mismo modo, las heridas emocionales nos afectan a nosotros y a nuestras relaciones; existe un patrón de respuesta psicofisiológico por el que estas heridas se manifiestan en el cuerpo, en las conductas o en las creencias y expectativas (1).


¿Cómo son las heridas emocionales?


La vida es camino constante de crecimiento y, por ello, podemos tropezar con piedras que hieren nuestra dimensión afectiva; esas piedras son “cualquier desorden de lo que consideramos amor que influye en nuestra relación con los demás, con el otro y con uno mismo” (2). Las heridas que generan, unas más dolorosas que otras, deben sanarse para evitar infección o afectación mayor.


Orihuela (3) afirma que todas las heridas se clasifican entre rechazo, abandono, humillación, traición e injusticia.

  1. El rechazo puede incluir la falta de aprobación o reconocimiento por los progenitores, desprecio, falta de afecto, ser fruto de un embarazo no deseado, apego evitativo, o incluso padres sobreprotectores (generan miedo, desconfianza y rechazo hacia el mundo exterior).

  2. El abandono puede incluir la falta de recursos en la infancia (alimento, protección, afecto, estabilidad), cuidadores ausentes o negligentes, falta de límites en su desarrollo, apego ansioso-ambivalente, separación, pérdida de un ser cercano, ruptura o soledad.

  3. La humillación puede incluir manipulación, apego desorganizado, abuso sexual, vergüenza, fracaso en alguna relación, secretos, agresiones, acoso, desprecio, falta de aprobación, incomprensión, burlas, críticas y/o errores.

  4. La traición puede incluir separación, padres alcohólicos o dependientes, pérdida de alguien, pérdida de confianza en el ser humano, rechazo, incertidumbre, abandono o resentimiento.

  5. La injusticia puede incluir manipulación, chantaje, acoso, negligencia de los progenitores, padres autoritarios, exigentes o abusivos, rigidez, falta de recursos básicos, abusos, agresiones, desprotección o indefensión, desventaja, prohibición o falta de disfrute.

Estas vivencias configuran nuestra mochila (esa carga afectiva que nos colgamos sobre los hombros y que, de una manera u otra, pasa a formar parte de nuestro ser y de nuestra identidad) y pueden generar dolor o malestar interno que, según Fuster (4) implica significativamente al cuerpo, a la conciencia, al tiempo y al yo.


Esta mochila no sólo nos carga a nosotros mismos, si no que también pueden verse de manifiesta en futuras relaciones con los demás. Por ello, la relación de pareja es una dimensión importante a este respecto; las heridas pueden generar miedos, desconfianza, creencias irreales sobre uno mismo y/o sobre el otro, expectativas perjudiciales o defensas difícilmente comprensibles desde fuera (5).


Podemos llegar a sentirnos malos, incapaces o dependientes del otro. A veces incluso perdemos nuestra identidad a favor de la mochila y nos resignamos buscando a alguien con quien sentirnos bien, alguien que llene esa herida, que compense esa falta de afecto. Si la base de la relación se encuentra en la mochila, en lugar de en el camino, existe fecha de caducidad.


En España, según el INE, se separan el 60% de las parejas (6) y quizá se debe a que el encuentro humano no es pleno y existen muros, pero presentamos ocho claves para la plenitud en la pareja sin darle la espalda a la identidad.


Claves para la plenitud en la pareja.


1. Mirar, conocer e integrar

Nuestra historia es importante, tenemos que conocerla e integrar cada vivencia. ¿Conozco mis heridas? ¿Cómo las miro? Integrar la herida es aceptarla como mía, mi experiencia, parte de mi configuración. Debemos reconciliarnos con nuestra historia, sin negarla, sin reprimirla queriéndola así.

Sin embargo, tampoco se trata de añadirle peso a esa piedra o de victimizarse, si está cicatrizado, dejémoslo así, no es necesario removerlo más. Se trata de sabernos portadores de nuestra mochila, sin huir.


2. Dejarnos mirar, dejarnos conocer

Muchas veces ese miedo o esa vulnerabilidad se convierte en máscara para evitar “sufrir otra vez”. Permitamos al otro que nos conozca, que conozca esas piedras y las acepte con nosotros. Mirarse cara a cara en la totalidad de la persona, dejarnos aceptar así, porque así está bien.

En uno de los capítulos de la serie “un lugar para soñar”, uno de los protagonistas le dice al otro “Eso de proteger el corazón puede ser muy útil y ahorra mucho sufrimiento, pero se corre el riesgo de morir habiendo vivido la vida a medias”

Fuster (3) afirma que el sufrimiento es singular, intransferible e irrepetible. Sufre uno, aunque el otro puede acompañarme mediante el diálogo y la compasión. Mostrarse vulnerable no nos hace débiles, nos hace humanos y la pareja es un encuentro humano. Esta es mi mochila, esta es la tuya, y así está bien.


3. Repasar la frontera entre el tú y el yo

Como se habló en la primera parte “tú eres tú y yo soy yo”. También existe un nosotros, un espacio donde somos quienes somos y es imprescindible sentirse así. No se trata de encajar al otro en nuestro ideal, sino de conocerle y dejarse conocer. ¿Cómo va a entender mi forma de mirar en lo afectivo si no conoce cómo lo he aprendido?


4. Hablar, hablar y moldear

Hablemos de nuestro aprendizaje sobre el amor, de nuestros miedos, de nuestras expectativas hacia el otro. Hablemos de nuestra biografía porque las palabras y el diálogo tienen poder reformador sobre los recuerdos; es posible reconstruir nuestra perspectiva sobre la vida y reconciliarse con lo que fue sólo mediante la forma de recordar y de contarlo (6).


5. El control-cruise del malestar

Las piedras pueden distorsionar nuestros pensamientos o nuestras expectativas, creando incluso miedos que escapan de nuestro control. Es importante analizar nuestras creencias y la forma de interpretar por si fuera irracional. No podemos permitir que se manche la mirada; la mochila viene con nosotros, pero las heridas no deben invadirnos o invadir la relación.


Permitir el malestar sin reprimirlo es importante, pero el límite también lo es y por eso debemos dominarlo. Rojas Marcos (7) describe cómo es posible moldear la forma de ver la vida, aunque requiere de trabajo y constancia. Consiste en fomentar situaciones positivas, bajo nuestro control, así como un estilo positivo de juzgar lo que nos rodea. Hacer del náufrago un navegante.




6. Esperar sentado sólo es esperar

Hay heridas que no sanan solas, necesitan tratamiento, igual que un traumatismo. Recuperar la identidad no es fácil, pero es posible, igual que desaprender esos mecanismos de defensa que un día sirvieron. Es posible que lo antiguo, lo insano, la experiencia que nos hirió, envenene la percepción de lo conocido a posteriori (generalizar así es una falacia); por eso es importante conocerse, a uno y al otro, y limpiar la vía de entrada de información. Pedir ayuda no es signo de debilidad, todo lo contrario.

Un día leí esta frase por Instagram “Las personas que van al psicólogo no son las que tienen problemas, problemas tenemos todos, los que vamos al psicólogo somos los que tenemos la valentía de enfrentarnos a ellos”.

La pareja no es la cura, es caminante como nosotros, no es su función llevarnos la mochila, sino acompañar. No caigamos en el antiguo y falso mito de la media naranja.


7. Aprovechar nuestra historia

A veces olvidamos que uno es único y eso corre a nuestra ventaja. Nuestra historia es única, nuestra mochila es irrepetible. Irrepetible también para nosotros, es imposible volver a lo que sucedió por lo que es más rentable mirar al “para qué” en lugar de al “por qué”. Tu sufrimiento te abre la puerta a comprender el misterio de las heridas, a comprender a tu pareja y a saber mirar más allá a las personas. Dar sentido al sufrimiento te reconforta.

Este proceso de salir fortalecido de la adversidad se conoce como resiliencia y es posible, se puede aprender. Se trata de convertir la piedra en vehículo para conocer mejor al ser humano y “hacer las cosas mejor”. Powell (8) describe cómo, a veces, centrarnos en nuestra propia mochila nos impide ver la del otro y no nos damos cuenta de que también necesita ese amor tranquilizador para no tener que acudir a la máscara.


8, “Una meta del camino”

Los siete puntos anteriores van dirigidos a la propia persona, para encauzar esa herida, esa piedra o esa mochila que todos cargamos y así, alcanzar una mayor satisfacción afectivosexual, ya que se hace posible la entrega al otro de forma más plena. Priego y Ponce (9) afirman que abrir la intimidad equivale a darse; el ser humano necesita darse para ser pleno. También aceptar al otro y lo dado por él. Para amar es necesaria la aceptación, convirtiendo así lo dado en don.


Es posible mantener una relación sana, estable y duradera cualesquiera que sean las heridas (y cicatrices), pues un afrontamiento activo, transparente y libre hará posible llegar juntos hasta el final. Abrazando las mochilas.

¡Buen camino!



Sara Alcón Diz

Psicóloga.

Grupo de Trabajo e Investigación en Sexualidad.

Consulta Dr. Carlos Chiclana

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Referencias:

1. Vindel, A. C., y Fernández-Abascal, E. G. (1995). Orientaciones en el estudio de la emoción. Manual de motivación y emoción.

2. Pacot, S. (2001). Evangelizar lo profundo del corazón: aceptar los límites y curar las heridas (Vol. 207). Narcea Ediciones.

3. Orihuela, A., (2016). Transforma las heridas de tu infancia, Granada, México: Penguin Random House Grupo Editorial. Aguilar.

4. Fuster, I. (2004). Perspectiva antropológica del sufrimiento. Espíritu: cuadernos del Instituto Filosófico de Balmesiana, 53(130), 263-277

5. Sarrió, A. R., (2014). Heridas emocionales. Heridas pendientes de sanar para ser feliz.

6. Instituto Nacional de Estadística, (2020). Estadística de nulidades, separaciones y divorcios

7. Rojas Marcos, L., (2020), Optimismo y salud. Lo que la ciencia sabe de los beneficios del pensamiento positivo. Barcelona, Penguin Random House Grupo Editorial

8. Powell, J. (1990). ¿Por qué tengo miedo de amar?, Bogotá, San Pablo.

9. Priego, C. M., y Ponce, M. G. C. (2017). ¿Poder o gratuidad? Aproximación sistémica para comunicar las relaciones mujer-varón. Revista de comunicación, (16), 108-122


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