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Foto del escritorSexualidad y Salud

¿Puede ser el porno ético?


A continuación reproducimos el artículo publicado por el Dr. Carlos Chiclana para El debate de hoy:


Estamos de enhorabuena! Podemos discutir sobre pornografía. No se ha normalizado ni nos hemos acostumbrado a la “pornificación” por parte de la cultura audiovisual.

En su libro Pensar la pornografía (Paidos, 2005), Ruwen Ogien, director de investigación del Centre National de la Recherche Scientifique, organismo público francés, aborda la ética del porno. Una ética de mínimos con tres principios: neutralidad en el concepto del bien; principio negativo para no generar perjuicios físicos y psicológicos a personas específicas; y principio positivo para otorgar el mismo valor a los distintos opiniones e intereses.


Distintos grupos asisten a la mesa de debate. Lleva la delantera el que se preocupa por cómo el porno afecta a la salud sexual y mental de las personas, porque son numerosas las publicaciones académicas que sugieren que así podría ser. La pornografía puede influir en las conductas sexuales de adolescentes y jóvenes, generar deterioro en su vida sexual, modelar comportamientos y promover conductas sexuales violentas contra mujeres. Hay investigaciones que la vinculan con conductas de riesgo sexual, permisividad sexual y tratar como objetos a las personas.


Algunos estudios sugieren que los efectos negativos no dependen tanto de la pornografía en sí y, por tanto, no sería el enemigo directo, sino de otras variables, como la presencia de síntomas depresivos o de hipersexualidad, la baja autoestima, emociones como aburrimiento o susceptibilidad, las necesidades psicológicas básicas no cubiertas o la incomodidad respecto a la pornografía.


En la presentación de la Memoria de la Fiscalía General del Estado (2018), se indicó que los delitos por violencia sexual aumentaron un 23% y se relacionaban con el uso de pornografía, “una situación que hay que afrontar desde el ámbito educacional, en el que padres y Administraciones tienen que aunar esfuerzos para asegurar la transmisión de valores de igualdad, respeto y no discriminación”.


Otro pujante grupo es el que, con una perspectiva feminista, social y política, se maneja en el difícil equilibrio entre “liberar” a la mujer de cualquier estereotipo y protegerla de la violencia. Así, la diputada por el PSOE de León Andrea Fernández declaró: “Hay que actuar contra la pornografía, porque es un ámbito sobre el que apenas se ha trabajado y es lo que está educando manadas. Que un niño o una niña que nunca ha tenido una experiencia sexual pueda ver todo tipo de sexualidad misógina en internet es grave. Tiene que dejar de ser un tabú y la política tiene que entrar de lleno».


Desde otra perspectiva, se han sumado al debate directoras de cine pornográfico, que defienden que puede ser ética, educativa y feminista si cumple los siguientes criterios: ser realizada por actores profesionales, bien pagados, tratados con dignidad y respeto; con los que se acuerde qué harán y qué no, con consentimiento; sin daños físicos, mentales, infecciosos o psicológicos; con disfrute y diversión; que refleje la diversidad de cuerpos, deseos y prácticas sexuales; que no participen menores ni haya relación con la trata de personas; y que paguen todos los impuestos. Una denuncia reciente exigiría que los vídeos lleven subtítulos para los sordos.



Si todo el porno fuera así, sería un avance, se reduciría la violencia y el daño a personas. A la vez, podemos considerar las consecuencias sociales, y personales, que pueden tener esos vídeos, de acuerdo con el principio negativo planteado por Ogien.

Según el diccionario de la RAE, la ética es el “conjunto de normas morales que rigen la conducta de la persona en cualquier ámbito de la vida”. Así, parece lógico que para valorar la ética del porno sumemos también la ética personal y la dimensión moral de la persona. Con estos argumentos debaten los diversos grupos religiosos, de todas las creencias, que consideran que el porno no es ético porque daña la estructura interna de la persona. ¿Qué normas morales que orienten hacia el bien o el mal habrían de estar presentes en la pornografía para considerarla ética? ¿Cómo saber que un vídeo porno hará bien a quien lo ve?


Hay quienes defienden el “derecho a la pornografía” y consideran que la censura atentaría contra la libertad de expresión artística y el derecho, tanto de las mujeres como de las minorías sexuales, de satisfacer “preferencias personales” que no dañen a otros. También consideran el sexo como una herramienta social y política para intervenir en la sociedad y generar los cambios oportunos o favorables, ¿a los intereses de quién?

Como refiere Oigen, “al final, desde el punto de vista de la ética mínima, el problema de la pornografía es, por consiguiente, muy simple: la difusión de las formas más representativas de pornografía ¿perjudica gravemente al prójimo o atenta contra determinados derechos fundamentales?”.


El debate está servido y se espera la incorporación de nuevos grupos: defensores de los derechos del menor, cuerpos de seguridad que luchan contra la pornografía infantil, empresarios del porno, mujeres que se han visto dañadas o beneficiadas y los comunicadores que han investigado los entresijos de este negocio tan lucrativo.


Dr. Carlos Chiclana Actis.

PhD, Médico-Psiquiatra.

Director Médico

Consulta Dr. Carlos Chiclana

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